¿Por qué ‘El señor de los Espejos’?


La verdad es que elegí este nombre como pude haber elegido cualquier otro nombre para un blog. Pero la verdad es que tiene su propia intra-historia. Ha sido una frase que se ha cruzado varias veces en mi vida.

1. El espejo y la luz

Todo empezó en Siena, Italia. (Por cierto, recomiendo encarecidamente su visita). Corría el mes de marzo de 2002, cuando en un viaje de estudios organizado por y para mi clase de Historia del Arte, visitábamos la Toscana. En la ciudad de Siena, estábamos visitando el magnífico Baptisterio de la Catedral (Battistero di San Giovanni), con su «pila bautismal» esculpida por los geniales artistas del Quattrocento Donatello, Ghiberti, Della Quercia. ¿Cómo describir el lugar? Silencioso, lúgubre, solitario, parecía estar puesto ahí, en ese momento para que nuestro grupo lo descubriese, todo para nuestros ojos.

El hecho fue que el lugar estaba muy oscuro, y nosotros queríamos ver los relieves de la dichosa pila, y no había quien viera los relieves porque los focos estaban situados de tal forma que iluminaban una parte y la otra quedaba en penumbra completa. Total, que dándome un paseo por el lugar en cuestión, encontréme una tabla apoyada en un banco; cogí la tabla, la dí la vuelta y resultó ser un espejo. Por lo que rapidamente caí en la cuenta de que con ese espejo, que servía para ver sin destrozarse el cuello las pinturas de las bóvedas, podía ser utilizado para reflejar el estéril haz de luz, hacia los relieves que quéríamos ver.

Guardo con especial sentimiento aquel momento en el que, lo que no podía ser visto, se podía ver y además las figuras, los altorrelieves emergían poco a poco de aquella tiniebla a la que algún mortal las había sometido y además (y con un efecto similar al que produce la luz de una vela, pues el pulso de quien sostenía el espejo así lo quería) los rostros y los personajes parecían moverse en aquella escena de bronce, como si cobraran vida.

El profesor, del que guardo gran recuerdo, me llamó «El señor de los espejos», lo cual hizo todavía más especial aquel momento que de por sí ya lo era.

2. El espejo y la nostalgia

El siguiente capítulo de mi especial relación con esta frase, se produjo en Venecia, un año más tarde. Los protagonistas, los mismos: un autocar de futuribles licenciados (no en vidrieras), sino en Historia del Arte, el mismo profesor, y las impagables, fastuosas e inabarcables obras de arte del Estado Italiano.

Esta vez, nos encontrábamos en la Scuola di San Rocco, en la llamada «Sala Superiore», un grandísimo espacio diáfano decorado, plagado, diría yo de pinturas de altísima calidad salidas de las manos de los artistas del siglo XVI: Tintoretto, Tiziano, el Veronés. Miles, millones de centímetros cuadrados de lienzo pintado al óleo; miles, millones de segundos para conseguir tales obras de arte. Milésimo, millonésimo, es como se siente uno allí: incapaz de quedarse con uno sólo de los lienzos, incapaz de empezar por algún punto para analizar aquellas piezas, incapaz de asimilar todo aquello…

 …Y los espejos. Recuerdo, que fui uno de los primeros en llegar a aquéla sala. Todavía resoplando por a haber subido unas fastuosas escaleras (que si no recuerdo mal, cualquier ayuntamiento o edificio público se pelearía por ellas en una subasta), vi cerca un artilugio que me resultaba muy conocido, una figura cercana, que un año antes me había dado mi minuto de la fama. ¡Qué curioso, ahora que lo pienso! En vez de extasiarme con tanta pintura de la que había oído hablar, en vez de fijar la mirada hacia arriba o perderme von las pinturas de las paredes, me fijé en una silla o en un banco, ya no recuerdo bien, donde estaba el espejo.

Y subió el profesor… y me vió…

Con una mirada bastó para recordar un flash del pasado y volvió a llamar «el señor de los espejos».

Y yo disfrutaba. Con aquel artefacto trucado, que permitía ver la realidad más cerca de mí, pues facilitaba ver las pinturas de Tintoretto hasta tal punto de tenerlas al alcance de la mano. Y disfrutaba de recordar mi alianza particular con aquella herramienta, que tan buenos «pequeños momentos» me estaba regalando.

 3. Los espejos de «Las Meninas»

El tercer y último (de momento) encuentro con los espejos, se produjo en un lugar con menos «glamour» que los anteriores, fue en Valladolid, en una clase de la facultad.

La escena fue la siguiente: el mismo profesor, que un año más nos dio clase, nos mandó realizar un trabajo de investigación y análisis sobre el cuadro de «Las Meninas», archiconocido por todos. Y precisamente ahí estaba el éxito del trabajo ¿quién no desea conocer algo más sobre ese cuadro?

Según pasaban los días e iba leyendo las fuentes que nos propuso el profesor, me iba encandilando más la historia que había detrás del lienzo. Era algo bastante apasionante, te ibas preguntando ¿cómo no he visto ésto antes? ¿por qué se me habrá pasado ésto?, y ésto… ¿por qué es así?

A pesar de lo que pensaba, las varias decenas de alumnos que hicimos ese trabajo, ahondamos en campos muy diferentes y todos tenían a «Las Meninas» como escenario y núcleo central. Alguno hizo un diálogo entre Velázquez y el monarca Felipe IV, otros se centraron en la situación histórica de la época, otros, cual revista del corazón, hicieron un análisis pormenorizado de los personajes que aparecen en el cuadro; y yo cansado de tantas divagaciones sobre teorías e hipótesis de las que hablaban los libros, me fui a lo palpable, a lo que sabía que era real y Real: me centré en la estancia del antiguo Alcázar de Madrid (hoy sólo quedan unas ruinas en el subsuelo cercano al Palacio de Oriente) donde se pintó «Las Meninas» e hice un estudio de la perspectiva del cuadro.

Entregados los trabajos, el profesor seleccionó a un puñado de ellos (10-15), para que lo expusiéramos en clase. Y ese fue el momento de «El señor de los Espejos».

Si no recuerdo mal, mi pequeña exposición se basaba, como dije anteriormente, en la estancia alargada y bien iluminada, en la que sucede la escena; pues bien, entre otras conclusiones, yo teoricé sobre la existencia de un espejo que le permitiera a Velázquez pintar una escena que estaría sucediendo detrás de él y de ésa manera, los Reyes que aparecen reflejados en el espejo del cuadro, estarían dispuestos de otra manera, lo cual ayudaría a entender la enigmática presencia real, que tantos quebraderos de cabeza ha dado a los historiadores del arte. Una teoría más, apoyada sobre unos planos que encontré, en los que la sala aparecía dividida por un misterioso tabique ¿por qué no podría haber un espejo en esa pared?…

Terminada mi extraña disertación; digo lo de extraña por lo difícil de explicar ésto, el profesor volvió a hacer referencia a «El señor de los Espejos», con razón, por mi extraña testarudez a afiliarme con esta curiosa herramienta.

Así pues, como véis, el título que da nombre al blog, tiene razones más que justificadas. Y además creo que son unas razones bastante curiosas por las circunstancias en las que se dan.

 

9 pensamientos en “¿Por qué ‘El señor de los Espejos’?

  1. Bueno, después de intentar unas cuantas veces meterme a ver tu blog y haberlo conseguido hoy por fin, he de decir que me ha gustado y me has resuelto una duda existencial: el porqué del señor de los espejos.
    La historia es muy original, te has planteado ponerla en fascículos? además con ese super nombre no hay nadie que se resista a saber qué hay detrás.
    La verdad es que muchas veces no miramos más que sobre nosotros mismos el reflejo de un espejo, sin fijarnos en el reflejo que podemos dar en los demás y no solo fisicamente, ya que yo considero que el aspecto físico del día a día esta ligado con nuestro estado de ánimo, no con las cremitas y maquillajes maravillosos que existen hoy día; en resumidas cuentas que cada uno tenemos un reflejo en el espejo y damos un reflejo diferente según nuestras acciones.
    Y después de enrollarme más de lo común, decirte que te agrego el blog a mis favoritos y que lo visitaré a menudo.

  2. he de decir que me he quedado impresionada con el nombre asi que me he puesto a leer la historia….impresionante!!! deberia de ser el titulo para una novela.
    cada vez me asombras mas.
    soy nueva en esto de los blogs y estas cosas pero lo he conocido de casualidad en una conversacion con un amigo tuyo y he de decir que enhorabuena!!!

  3. Hola, te cuentoq ue estoy haceindo un trabajo para semiotica sobre el cuadro de velazques «las meninas » y realmente me interesaria que me cuentes un poco de por que no podria haber un espejo.

    es solo por curiosidad y porque en el trabajo que estoy haciendo (basandome en foucault) el eje casi central es ese espejo.

    solo por curiosidad y para poder mostrarle a mis profesores una teoria alejada de sus pensamientos y del pensamiento de la catedra.

    muchas gacias.

  4. El tema de los espejos siempre me ha fascinado; aunque a veces habría que procurar saber que es lo que realmente reflejan.
    Los espejos provocan infinitos y descubren imágenes invisibles, y como diría otro: Se llenan de media realidad.
    El significado del espejo es amplio, y se abre a una nueva idea y significado en cuanto cambia el ancho de su luz…

    Bueno un saludo; y precioso viaje que cuentas.

  5. Pues entonces, querido amigo, deberías leer mi volumen de relatos «El Señor de los espejos», que data de 1998, publicado en Buenos Aires, Ed. Vinciguerra. Si sos de Buenos Aires, comunicate conmigo y te doy un ejemplar. Abrazo. DANIEL ORTIZ.

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